Relación madre hija

«Mi mamá, mi competencia»

Hoy en día es común ver a madres con cuerpos más tonificados
y firmes que los de sus hijas, a pesar de la diferencia de edad. Son
mujeres que van al gimnasio, hacen tratamientos estéticos, se 
cuidan en las comidas y hasta lucen ropa de estilo juvenil.

Viven pendientes de su cuerpo para mantener una figura impecable y
joven, cueste lo que cueste, y entablan una competencia -implícita
o  explícita- con su hija adolescente.


Cómo afecta a una chica
adolescente este “rol” que asume su mamá, que deja de ser por un rato
su progenitora para convertirse en competencia. Sobre todo, teniendo en
consideración de que se trata de un momento de su vida en la que las
crisis y desencuentros con las figuras que representan autoridad están
en permanente conflicto.

En esta etapa, el vínculo con los padres ya de por sí se tiñe de
competencia y desafío. Pero qué sucede cuando del otro lado nos
encontramos con estas madres que quieren parecerse a sus hijas. “En el
proceso personal que la adolescencia inaugura, los temas más
importantes son la identidad, el lugar en el mundo y en este sentido el
cuerpo ocupa un lugar central, más aún en el caso de las mujeres: los
cambios que iniciaron en la pubertad continúan desafiando a la
adolescente en su permanente adaptación, sumado al interés puesto en
las miradas de los otros.”, explica la psicóloga Marisa Russomando,
especialista en maternidad y crianza y directora de La Cigüeña www.marisarussomando.com.ar

Entre otras cosas, la adolescencia es ese periodo en que se trata de
ensayar la entrada al  mundo adulto, a la sexualidad y es allí
donde la figura identificatoria de la madre es fundamental, sostienen
los especialistas.

La relación madre – hija suele pasar por períodos críticos de amor
odio, ambivalencia característica también de esta etapa del desarrollo.
“Suele suceder que en este ensayo la adolescente se mire en el espejo
materno, encontrando información acerca de este rol: lo femenino. Llega
la hora de prestar ropa, maquillaje pero también de críticas hacia el
look de la madre.

Según las características de madre e hija la competencia puede tomar
lugar día a día, exacerbado por la exigencia estética de la actualidad
en la que mujeres adultas luchan por no envejecer, logrando una actitud
general más cercana a la de su hija que a sus coetáneas”, explica
Russomando.

En esta época de la vida, la madre aparece como un espejo. Pero esta
madre no le muestra una opción identificatoria del mundo adulto sino
que le devuelve una imagen de par. “La adolescente tendrá entonces que
dar más giros hasta encontrar un sostén en la construcción de su
identidad, compitiendo aún más con su madre ya que ambas intentan
ocupar un único lugar: el ser joven, seductora, centro de atención…”

Un riesgo que crece

Una madre que quiere competir con su hija se puede traducir
en distintos comportamientos: conflicto permanente, una hija que se
resguarda de su madre. “La necesidad de competir con su mamá, el miedo
a no poder igualarla, la sensación de rivalidad influyen en forma
negativa en la mente de cualquier adolescente” reconoce la psquiatra
Mabel Bello, Directora de ALUBA Asociación de Lucha contra la Bulimia y
la Anorexia.

Esto, revela Bello, interviene en su autoestima. “No hay una
competencia de pares. La mamá tiene más experiencia, más camino
recorrido. Esa adolescente se está comparando en desventaja con una
mamá que no actúa como mamá sino como una hermanita”.

¿Puede esto desencadenar patologías alimentarias? “Si hay
predisposición si”, afirma la especialista de ALUBA y advierte: “Una
mamá con este comportamiento, con apego a su figura también es posible
que tenga algún tipo de patología.

Estas mamás que quieren
verse como eternas adolescentes van en aumento. Es un tema cultural.
“En nuestra lenguaje esta implícito el cuerpo, la comida, el
embellecimiento, las dietas. Es difícil escapar a esto. No es ilógico,
entonces, pensar que a ciertas mujeres le asusten la madurez y caigan
en la trampa cultural de ser siempre adolescente. En cada edad hay un
encanto y se puede madurar siendo feliz, concluye Mabel Bello.

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