La escuela y la anorexia

La función de la escuela en temas de anorexia

Por Dra. Mabel Bello, Presidenta de ALUBA (Asociación de
Lucha contra la Bulimia y la Anorexia),
www.aluba.org.ar

Todos sabemos que la anorexia nerviosa y la bulimia aparecen
en la adolescencia.
Si bien la edad de comienzo ha bajado en los últimos años, el grupo de riesgo
está en la escuela.
Los maestros deben interesarse en esta problemática y colaborar con la familia
en la detección temprana.
El rol del docente es fundamental para formar jóvenes libres de adicciones y
aptos para la vida. Por tal razón es necesario que estén debidamente informados
acerca de estas patologías.
Si logramos que se capaciten, potenciaremos la acción de la familia en la lucha
diaria contra este flagelo.
Es lógico revalorizar entonces el rol del docente en la prevención y detección
temprana.

La alimentación en el recreo
El recreo es la pausa que permite el descanso y la reposición de energías para
continuar la actividad.
Este tiempo de relax es importante y debe ser bien utilizado.
Los alumnos deben ingerir alimentos adecuados que les aseguren un crecimiento
normal y buen rendimiento en las actividades escolares.
Si la conducta en este sentido no es la apropiada, se ha encendido la primera
luz de alerta.

Recordemos que la anorexia nerviosa y la bulimia comienzan con una dieta.

Las actividades físicas y los deportes
La gimnasia forma parte de una vida sana. Contribuye al desarrollo armónico de
nuestros jóvenes.
Estimular su práctica es saludable, pero prestemos atención.
La hiperactividad es uno de los síntomas de la patología alimentaria.
Cuando el ejercicio se practica con el único fin de bajar de peso, en forma
intensa y compulsiva y en sesiones prolongadas, no es beneficioso, por el
contrario, reactiva la enfermedad.

Cuidemos que la actividad física se realice en su justa medida.

El perfeccionismo
Prestemos atención al alumno ejemplar.
La presentación de sus trabajos, su dedicación al estudio, sus rutinas,
despiertan nuestra admiración. Lo ponemos como ejemplo ante el resto de la
clase, lo consideramos “el mejor”. Este tipo de personalidad, donde el
perfeccionismo se manifiesta en todo momento, es característica del anoréxico.
Observemos entonces, ¿se muestra obsesivo con su físico? ¿Se esfuerza por
conseguir “el cuerpo perfecto”? ¿Cómo es su alimentación y su actividad física?

Descubramos a tiempo la anorexia nerviosa. A veces está escondida en la
abanderada de la escuela.

Los cambios de carácter
Esta es una señal de alerta que debe ser tenida en cuenta.
La agresividad, la ira, los accesos de llanto, la inestabilidad emocional y el
aislamiento están presentes en la patología alimentaria.
Si advertimos estos cambios, observemos también si existen otros signos que
completen el cuadro de la enfermedad.

Observemos a nuestro alrededor. La enfermedad está en acecho.

El “patito feo”
La baja autoestima, la falta de confianza en las posibilidades de éxito, hacen
que un adolescente se considere un “perdedor”.
Esta es una característica que acompaña tanto a la anorexia nerviosa como a la
bulimia.
Prevengamos su aparición. Fomentemos en los alumnos la fe en sí mismos.

Enseñemos a los jóvenes a tener confianza en sus propias fuerzas.

La escala de valores
Nuestra cultura privilegia el poder, el dinero y el culto al cuerpo sobre otros
valores tradicionales que se van perdiendo.
Observemos con atención. ¿Qué persiguen los chicos? ¿Qué los preocupa?
Si nos detenemos a escuchar sus conversaciones, no puede faltar “la dieta
mágica” o “el cómo adelgazar”.
Despertemos en ellos otros intereses; provoquemos un cambio, evitemos la lucha
por el “físico ideal”.

Eduquemos con amor para la vida.

La falta de concentración
Suele ocurrir que un buen alumno baje su rendimiento, no pueda concentrarse y
por momentos parezca ausente.
Seguramente algo le preocupa. Averigüemos qué pasa.
La anorexia nerviosa y la bulimia circunscriben a quienes la padecen, a un mundo
pequeño, donde solo existe el peso, las calorías, la balanza y la dieta, y donde
no hay lugar para proyectos ni para otros intereses que hagan posible vivir en
plenitud.

Rompamos el círculo vicioso en el que transita la enfermedad.

La vergüenza de mostrarse
La distorsión de la imagen corporal que se presenta en la patología alimentaria
hace que quienes la sufren, se vean “gordos” a pesar de tener una apariencia
normal o bajo peso.
Generalmente, por este motivo, quieren esconder el cuerpo, ocultarse ante los
ojos de los demás. Se esconden debajo de ropa muy holgada, se niegan a usar
traje de baño y evitan toda situación que los obligue a mostrarse.
Enseñemos a los jóvenes a aceptarse y a quererse a sí mismos.

El uso del baño
Entre las conductas purgativas, el vómito autoprovocado es muy frecuente.
Se debe poner especial atención para detectar ese hábito; sobre todo, después de
una ingesta que habitualmente se realiza en el recreo.
La vigilia debe extremarse ya que las consecuencias de esta práctica son graves.
Los vómitos frecuentes pueden producir un descenso del nivel de potasio en
sangre, lo que puede ocasionar un paro cardíaco.

Observemos con atención. Si algo anormal sucede, hablemos con la familia.
 

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